sábado, 27 de abril de 2013

No sé...


No sé si son sus ojos, su sonrisa, su cabello, su voz, su cuerpo, su personalidad, supongo que todo, no se...

No sé cómo hace pero cada vez que le veo descontrola mis sentidos, acelera mi pulso, me pone nerviosa, se me va la voz, es como si él tuviera la capacidad de detener el mundo en un instante, no se...

No sé cómo logra hacerme sonreír como una idiota todo el día, ni como aparece en mis sueños de noche, no se...

No sé cómo hace para estar en mi mente en cada instante

No sé si esto tendrá algún futuro, ni siquiera sé si hay un presente, tal vez si, tal vez no, no se…

No se absolutamente nada.

Lo único que realmente se, es que si él es feliz yo soy muy feliz.
 
 

miércoles, 24 de abril de 2013

Despiertame cuando pase el temblor


Mi más sentido bésame, bésame,
besayúname, ayúdame a deshacer la cama,
te comería a versos pero me tragaría mis palabras
por eso mejor dejarnos sin habla,
perdí el sentido del amor pero no del sarcasmo
así que te haré el "humor" hasta llegar al orgasmo
he visto enamorados ojos de legañas
pero no hay mejores brindis que los que hacen tus pestañas


Estás en mi lista de sueños por cumplir
y en el de pecados compartidos,
...rompamos la barrera del sonido
y que el gemido se coma a el ruido,
hagamos juntos todas las maldades,
la dieta de los caníbales,
soy de los que siempre creyó en las señales,
por eso pégame, muérdeme y déjame tus cardenales...

martes, 9 de abril de 2013

Tal vez por eso, amor, no te entrego todo el fuego...


 

Los recuerdo a todos y a casi todos con cariño pero no puedo evitar pensar
que junto a ellos nunca aprendí nada, no por su culpa, sino por la mía,
que hasta hace muy poco(–y tengo 21) pensaba que el amor consistía en sentir mucho, en querer hasta reventar en experimentar una admiración religiosa por la piel amada
y no en encontrar un maravilloso compañero de viaje como ahora pienso que debe ser.

Más que nada porque la pasión en la que me basaba siempre acaba emigrando a otras habitaciones y no hay un motor en el mundo al que tras hacerlo trabajar a toda máquina,
sin un segundo de respiro, aguante al mismo ritmo por varios años.
Siempre se acaba quemando.

 Tal vez por eso ahora me lo tomo con más calma evito las ciudades de la prisa
y acepto que los días grises también forman parte del decorado.
Tal vez por eso, amor, no te entrego todo el fuego
ni me vacío para dártelo todo porque eso me convertiría
en una mujer sin nada. Por suerte tú tampoco lo haces,
no inviertes toda tu fortuna para rodar una escena perfecta
y haces bien.

 Pero también sabes que nunca falto y yo sé que tú nunca faltas
y sabes que yo sé que darías todo lo que hiciera falta (que no es lo mismo que darlo todo)
y yo sé que tú sabes que daría absolutamente todo por ti pero que tampoco hace falta.
Y todo, la palabra nosotros, estas reflexiones, las noches a tu lado, forman parte de algo que no he llegado a entender pero que me hace inmensamente feliz.

jueves, 4 de abril de 2013

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece...

Será porque algún amigo se ha enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sanos que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
 
 
 

martes, 2 de abril de 2013